Buscar en
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Llegué al refugio como una joven de 27 años sin dinero, sin trabajo, sin educación. Había abandonado el instituto y no tenía un lugar al que acudir con cuatro niños menores de 10 años que estaban conmocionados. Lo primero que pensaron cuando llegamos fue: "¡Mamá, ahora todos podemos tener nuestra propia cama!". Antes habían compartido y yo dormía en el suelo.

Recibí mucho amor y esperanza para mí y mi familia. Hubo asesoramiento: para mí, para mis hijos, para mí con mis hijos. Los defensores vinieron al tribunal conmigo y fueron, a veces, mi único apoyo en todo el mundo. No puedo agradecerles lo suficiente.

Buscar en
Cerrar este cuadro de búsqueda.