por Leslie Feldman, voluntaria del retiro
Tras jubilarme recientemente de mi carrera en el sector de la hostelería, esperaba tener por fin tiempo para poder devolver algo a mi comunidad y ayudar a los que han sido menos afortunados que yo.
Con la suerte de haber crecido en un hogar privilegiado, mi madre siempre predicó con el ejemplo y dedicó gran parte de su tiempo a obras de caridad y filantropía. Desde muy joven, me recalcó la importancia no de lo que se tiene, sino de lo que se da.
Durante muchos años, ella y yo donábamos la comida navideña para un puñado de familias del Retiro en Acción de Gracias o en Navidad. Recuerdo con mucho cariño los viajes a King Kullen, llenando carros de la compra con pavos enteros con "todos los aderezos" y empaquetando todo para que cada familia lo dejara en las oficinas para su distribución.
Ahora, unos 25 años después, me siento orgullosa de continuar la tradición de buenas obras de mi madre, como voluntaria de esta maravillosa organización, cuyo único objetivo es ayudar a las personas necesitadas a recuperar su sentido de identidad y su posición en la sociedad. Me gusta pensar que tengo un ángel que me echa una mano.